Page 18 - Identificación de las unidades paisajísticas y fenómenos de alto valor ecológico en el predio Santa Marta: orientaciones para proyectos de desarrollo sostenible
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Informe Ambiental de la Cuenca del Río Rocín: contrastes entre la
biodiversidad, importancia socio-ecológica y su fragilidad
tendrían sus límites australes entre Coquimbo y Valparaíso, en la interfase mediterránea con lluvias
invernales (Rancagua y Valdivia) y la árida todo el año (hasta Tocopilla).
Sin embargo, es preciso destacar que la evolución de la flora andina mediterránea tiene sus inicios
sobre un arco magmático, originado en la época del Eoceno (57 a 34 Ma), donde el alzamiento
definitivo de los Andes Centrales se produjo fundamentalmente en los últimos 10 millones de BP.
No obstante, los primeros indicios demuestran que el ciclo tectónico andino se inició en el período
Jurásico (200 a 145 Ma) de la era Mesozoica.
Entre la época del Mioceno tardío y el Plioceno temprano hubo una actividad plutónica hacia el
oeste de la Cordillera Principal de Chile, junto a una aparente interrupción del volcanismo, debido a
la presencia de farellones, lo que según Rivano et al. (1990), se debería a que las raíces del arco
magmático permanecieron en niveles estructurales más bajos, a raíz de su ascenso cortical más
lento. Esto habría provocado que el magma tuviera grados menores de cristalización por una menor
cantidad de agua, lo que habría impulsado uno de los mayores depósitos de pórfido de cobre y
molibdeno (Cu-Mo) en el mundo y la segunda concentración cuprífera de los Andes chilenos
(Charrier et al., 2009).
Ya avanzada la época del Plioceno, alrededor de 4 Ma, la deformación del macizo migró hacia el
Pacífico, dando origen a cuencas sedimentarias en su vertiente occidental que alcanzaron su mayor
elevación. A partir de este evento, su tasa de alzamiento disminuyó de 1 a 2 mm por año durante el
Mioceno, a 0,1 mm por año hasta la actualidad (Farías et al., 2008).
Como es posible evidenciar, la historia evolutiva de los Andes Centrales ha generado una importante
componente vegetal y por consiguiente ecosistémica y, a través de un proceso geológico de larga
data, los yacimientos de pórfidos de Cu – Mo más abundantes del mundo. Esta última característica
ha despertado el interés de la gran minería, cuyo modelo se centra en el “extractivismo”, es decir,
una actividad abocada a la explotación de grandes volúmenes de un recurso natural no renovable y
que en la actualidad, en Chile no es procesado (Acosta, 2012). Esto vendría siendo una constante en
la vida económica, política y social en América Latina, donde la acumulación extractivista está
presente tanto en la propuesta de gobiernos liberales y progresistas (Zibechi, 2011).
Acosta (2012) afirma que esta es una actividad depredadora por esencia y que es imposible que sea
sustentable, ya que no puede mantenerse en el tiempo, debido a que es un recurso que irá
escaseando a medida que avance su explotación. El mismo autor plantea que dicha actividad ha
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