Page 16 - Identificación de las unidades paisajísticas y fenómenos de alto valor ecológico en el predio Santa Marta: orientaciones para proyectos de desarrollo sostenible
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Informe Ambiental de la Cuenca del Río Rocín: contrastes entre la
                  biodiversidad, importancia socio-ecológica y su fragilidad




                             Los inicios de la evolución de la flora altoandina estarían definidos en una edad de 2,6
                  millones de años (Ma) (Cohen, Finney, Gibbard,  & Fan, 2013). Esto, de acuerdo a la  carta

                  cronoestratigráfica de 2013, propuesta en el XIV Congreso Internacional del INQUA de Berlín, en
                  1995 (Bardají, Goy,  & Zazo,  2000), correspondería  al límite  entre la época del plioceno y del

                  pleistoceno inferior.


                  A partir de este momento, dicha flora altoandina se habría generado como consecuencia de la
                  diferenciación y expansión de las formaciones esclerófilas, que se adaptaron a un clima estacional

                  en el Chile central. Esta flora surgió a partir de comunidades boscosas subtropicales, presentes en
                  latitudes más australes durante la sub era cenozoica (desde el Paleoceno, entre los 66 y 56 millones

                  de años) y en condiciones ambientales  moderadas (Villagrán, Kalin, &  Marticorena,  1983), que
                  evolucionaron junto a  elementos de  origen  tropical, subtropical,  subantártico  y de amplia

                  distribución, a una flora mediterránea (Muñoz et al., 2000).


                  Por otra parte, las formaciones neotropicales que poblaron la zona entre el norte del Perú y Chañaral
                  (los 5° y 28° S.), corrieron otra suerte. A fines de la época del mioceno (5,3 millones), estas fueron

                  desplazadas paulatinamente hacia el noroeste del norte chico, lo que conllevó a que evolucionaran
                  a la actual flora que se adaptó a las extremas condiciones xéricas del desierto de Atacama. Una

                  acción que se produjo por la combinación entre el efecto biombo de la cordillera de los Andes y la
                  corriente fría de Humboldt, a principios de la época del pleistoceno (Villagrán, Kalin, & Marticorena,

                  1983).

                  No obstante, la flora de los Andes Centrales se vio enfrentada a cambios climáticos asociados a las

                  glaciaciones  durante  el  período cuaternario  (posterior  a  los  2,6  millones  de  años),  los  cuales

                  modelaron intensamente el relieve en esta porción de los Andes (Forte & Villaroel, 2019). En efecto,
                  la expansión y aislamiento de la flora andina generaron los altos niveles de riqueza de especies
                  (Muñoz-Schick et al., 2000).


                  En dicho evento glacial, se manifestaron avances de glaciaciones no coincidentes con el Último

                  Máximo Glacial global (gLGM), ocurrido entre los 24.000 a 18.000 años, antes del presente (BP)
                  (Zech et al., 2017). Estos avances corresponderían a gLGM local o pre- gLGM y habrían sucedido

                  entre los 30.000 a 40.000 BP en los Andes Orientales, mientras que en los Andes Centrales chilenos





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