La iniciativa requiere mostrar que se puede tener áreas verdes sin requerir de exceso de agua, como son las ornamentadas con especies traídas desde otros climas.

Fuente: Las Últimas Noticias

La clásica postal del sector de Las Salinas, en Viña del Mar, son las palmeras y pastos que reinan al otro lado de la avenida Jorge Montt, justo en la parte que da hacia el cerro, frente a la costanera. Tanto para los automovilistas, como para los transeúntes que caminan por el borde costero, es usual ver a los camiones aljibes regándolos con grandes cantidades de agua.

En esta zona está empezando a dar frutos un proyecto, llamado laboratorio vegetal, un jardín conformado 100% es por especies nativas, de las cuales el 60% son endémicas.

Se plantaron hace tres años y ya destacan el Sisyrinchium striatum (Huilmillo amarillo); la Puya chilensis (Puya); el Haplopappus foliosus (cuerno de cabra); la Alstroemeria pelegrina (mariposas de los Molles); el bacharis macrei (Vautro) y el Schinus latifolius (Molle). De todas ellas, la Sisyrinchium striatum es la única nativa.

Según Salvador Donghi, biólogo que participó junto a la Escuela de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en el proyecto, se tienden a confundir las especies endémicas con las nativas.

«No son lo mismo, las plantas nativas consideran áreas geográficas más extensas. Por ejemplo, el Peumo es nativo y crece en Chile y Argentina. Las endémicas tienen zonas más delimitadas, por lo general se encuentran en un país o región. Se puede considerar que todas las endémicas son nativas pero no al revés», comenta.

Según cuenta Donghi, el Laboratorio Vegetal tiene una extensión de 600 metros de largo por 2,5 de ancho, y se ubica en la vereda poniente de la recta Las Salinas (cuyo nombre formal es avenida Jorge Montt), entre dos servicentros.

«La tendencia en el país ha sido replicar jardines europeos y eso ha significado plantar flora que no es propia de nuestro entorno cultural y que requiere costos de mantención altos. Lo que pretendemos es instalar los ecosistemas silvestres característicos de la región de Valparaíso para que la ciudad pueda adaptarse al cambio climático de una forma más exitosa y contribuir a brindar servicios de polinización y de captura de gases propios del efecto invernadero», explica el biólogo.

Un punto importante es que estas especies endémicas se nutren hídricamente de la vaguada costera, por lo que requieren menos riego, ya que la vaguada costera tiene una humedad relativa muy alta en estado gaseoso, que es capturada por las hojas de las plantas. Ellas actúan como una especie de atrapa niebla natural, junto con ello traspasan la humedad del suelo, ya que el agua que choca en las hojas cae al suelo en forma de gota.

«Las hojas sirven para interceptar la humedad de la atmósfera, formándose gotitas y regando el suelo de forma espontánea. Éstas especies son de ambiente secano, requieren poca agua y son capaces de tolerar ambientes más secos, como la zona central de Chile, cuyas predicciones apuntan a que cada vez lloverá menos», dice Sergio Castro, profesor de Ecología de la Facultad de Química y Biología de la Universidad de Santiago.

De acuerdo con Donghi, parte de la sequía ha alterado los acuíferos y las plantaciones de eucaliptos y paltas han contribuido a estresarlos todavía más. Una forma exitosa de recargarlos con agua es reemplazar estas especies por flora nativa, que es capaz de capturar agua a través de la vaguada costera.

Según Luis Álvarez, geógrafo y también impulsor del Laboratorio Vegetal, el cambio climático exige adaptabilidad y las especies nativas son más resilientes.

«Llevan miles de años adaptándose a la condición del lugar y, por tanto, saben más de la zona que nosotros mismos», añade.

Para Castro, las especies exóticas son mucho más demandantes de agua porque son originarias de climas templados y tropicales donde llueve más.

«Los árboles nativos tienen hojas todo el año lo que les permite todo el año retener partículas de la contaminación, a diferencia de los exóticos», explica.

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